lunes, 8 de abril de 2013

El poder de una tarjeta sin uso


Siempre guardo las tarjetas caducadas de todo tipo, desde las de crédito hasta las federativas. En una de esas etapas de la "tornillería", como decía un buen amigo mío, en el que la puesta a punto del barco se ponía por delante de todo, me mostraron los múltiples usos que pueden tener; uno de ellos y de los más preciados es usarlas como pequeñas espátulas para enmasillar.
Y una de esas tarjetas "áureas", porque esa es la mágica relación entre sus lados, protagonizó el otro día una simple historia, llena de connotaciones transversales.

Regata: L'escala, 8 barcos laser master en la modalidad vela standard y todos de un gran nivel.
No me sentía ni mucho menos el mejor de todos, pero tampoco el peor, y las condiciones no eran malas para mi, ya que un viento suave era benévolo con mis desastrosas condiciones físicas.
De los 8, todos tenían posibilidades reales de podium en cualquiera de las regatas.
El caso es que el sábado, primer día de regata, fue desastroso para mi. Mis puestos fueron 2 penúltimos y un antepenúltimo, ya que hubo un fuera de línea. Pero lo más grave de todo es que mis posiciones iban de delante hacia detrás con una cruel facilidad. Tenía muy claro que era la velocidad del barco la que no me dejaba ningún resquicio para la recuperación, ni para defender simplemente una buena posición y eso me llevaba además por la senda del error, queriendo enmendar lo que era imposible.

Llegué al puerto convencido de que algo iba mal en el barco. Tenía en mi cabeza muchos flancos por lo que atacar, muchos de ellos sencillos y otros complicados. Mi rango iba desde el regulador de las cinchas, a la enfilación entre la orza y el timón, alguna preflexión en la base del palo... todo menos la vela y la parte superior del palo que eran nuevas a estrenar. Me centré al llegar al puerto en el timón, intuía que tenía una holgura tremenda, ya desde hacía tiempo, pero la desidia me volvió sordo.

Al día siguiente aprovechando que no entraba el viento, llegué al puerto con las pocas herramientas que tenía dispuesto a intentar algo. Todos mis contrincantes estaban en grupo charlando y no dudaron en ayudarme y comprobar conmigo la amplitud de la holgura, comparándola con otros barcos y timones.
La holgura parecía producirse en dos puntos: La holgura entre herrajes de macho - hembra del timón, y la holgura de la pala con la caja del timón. Creo que el análisis de las causas y las posibles formas de solucionarlo ocuparon mucho más tiempo que las acciones efectivas que luego llevé a cabo con la ayuda inestimable de todos.

En cuanto a los herrajes pudimos darle la vuelta a una de las hembras que va anclada en el casco, ya que la otra había sido ya cambiada anteriormente. Eso mejoró ostensiblemente esa holgura.
Limitar la holgura entre pala y caja del timón fue más discutido, una lluvia de ideas mías y de mis contrincantes llegaban a oídos del timón. Finalmente opté por una de ellas, no la mía que era muy complicada y imposible de realizar insitu, sin las herramientas adecuadas. La solución era introducir dos trozos de tarjeta a cada lado de la pala del timón y de esta manera al apretar el tornillo que va en la cajera del timón toda la superficie de la cajera presionaba la pala quedando esta completamente fija. Una tarjeta de las caducadas que llevo con el kit de reparaciones me sirvió para ello.

Nos sobró tiempo, ya que el viento, aunque muy poco, tardó en entrar. Corrimos dos regatas, y pese a cometer muchos errores, acabé 2º y 4º. Estaba feliz. Había podido acotar una de las causas de mi falta de velocidad. Posiblemente habrá más, pero una de ellas, y quizás una de las más importantes estaba controlada.

Está historia real tiene mucho de transversal, ¿por qué?
  • Tras un día aciago no debemos quedarnos nunca parados, hemos de buscar los puntos débiles, intentar acotar las situaciones que nos han llevado a ese desastre. Y cambiar algo. En mi historia tuve la suerte de acertar, pero también hay que decir que en la mayoría de las ocasiones siempre se acierta, ya que pocas veces las causas son únicas y aisladas.
  • De todas las posibles causas empieza por la sencillas, posibles y fáciles de llevar a cabo.
  • Solo la idea de cambiar algo psicologicamente influye en tu cabeza.
  • Todos mis contrincantes me ayudaron, de manera decisiva en resolver la situación a mi favor. Gente simple pensaría que porqué lo hicieron si salían perdiendo, pero la realidad es que todos salimos ganando. Se puede competir y ayudarse mutuamente. Eso fortalece al grupo, hace mejor al menos bueno y mejor también al que va mejor. Y crea un sentido de grupo que pocas cosas pueden romper. Haz mejor al que está a tu lado y tú tendrás más posibilidades de ser mejor.
  • Una simple tarjeta caducada, que suele acabar en la basura. adquiere de repente una función para la que no ha sido diseñada, cumpliendo con creces las solicitaciones necesarias. También nosotros servimos para más cosas de las que los demás nos hacen hacer. Sólo hay que estar ahí y esperar la oportunidad. Nunca te tires a la basura, aunque ya estés caducado.
Sí, me sentí contento por haber mejorado, pero mi mejor regalo fue sentir el grupo. Su ayuda apasionada y desinteresada. No cambio mi historia, que también es vuestra, por el podium.
Gracias compañeros!!!

1 comentario:

  1. Alfredo, si la targeta es American Express el barco corre que se las pela. Yo las reparaciones las hago con tarjetas federativas caducadas...muy buen post, eres un figura!

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