jueves, 3 de agosto de 2017

Mi Olimpiada. Excellence is no accident


Artículo escrito por mi unas semanas después de los juegos Olímpicos, a petición de Carlos Pich para la revista Navegar, describiendo lo que acabó hace justo hoy 25 años.

Todo había acabado, y el silencio sonaba fuerte, muy fuerte. Mientras navegábamos hacia el puerto ya no recuerdo que pensamientos circulaban por mi cabeza, sólo puedo recordar ese atronador silencio y una sensación de soledad compartida.
¡Lo habíamos hecho tan mal!. Creo que cada uno asumía la derrota para si, yo al menos asi lo sentía. Mientras tanto seguíamos acercándonos hacía la grúa. Ya no tendríamos que subir más el barco. Veíamos gente, mucha gente en el muelle rodeando la grúa, pero yo no me atrevía a mirar. Acodados ya al pantalán sólo la infanta Cristina y el sobrino de Fernando se acercaron. Cristina dijo algo intentando animar, y el chiquillo jugueteaba ajeno a todo, pero apenas se oían murmullos. Todo era silencio. Yo intentaba sonreir.
Y de repente rompiendo crudamente aquella mudez, empezaron a sonar palmas, que en pocos segundos ya eran aplausos. Aún ahora puedo sentirlos, largos, rotundos, profundos e íntimos. Nos giramos y pudimos ver las caras de esos aplausos: familiares, amigos, compañeros. Habían venido a animarnos y a vernos ganar y no les habíamos dado tan siquiera una posibilidad de soñar nuestra medalla. Mis ojos estaban empañados y mi cara lucía una sonrisa de circunstancias, pero envuelto en escalofríos sentía algo profundo que compensaba todos los esfuerzos.
    Todo había empezado mucho antes. Medio año después de Seúl comenzamos a navegar sobre esta tonelada blanca. Fuimos la única clase que partíamos de la nada absoluta, y el secreto para llegar a estar entre los mejores: un gran patrón, un avezado entrenador y ... navegar, navegar, navegar.
    Y los juegos se nos echaron encima, porque aunque estes durante años esperándolos, cuando llegan, llegan de repente.
    El día 9 tuvimos una reunión en el pto olímpico. Faltaban algunos que todavía navegaban. Se habló del funcionamiento de los juegos en la parte que nos correspondía. Todo parecía estar muy bien organizado, pero después nos dimos cuenta que todo se iba resolviendo sobre la marcha, como siempre.
    El  domingo día 12 habíamos quedado emplazados para desayunar en el Real CLub naútico de Barcelona. Allí estabamos todos estrenando uniforme olímpico, Kelme había sustituído esta vez a Burberrys. Tras un desayuno jovial y alegre nos dirigimos hacia la villa olímpica. Nos hicieron la identificación y fuimos hacia los apartamentos. Esta vez no fuimos Quijotes. Estábamos en los mejores pisos de toda la villa, en la manzana central y con vistas al mar. Los pisos disponían de lo indispensable, buenas camas, mesillas, armarios empotrados en cada habitación, una sencilla mesa, una lámpara de pie y media docena de endebles sillas. Disponíamos también de posters con motivos de Barcelona para evitar que las paredes produjeran eco a la vista. El único lujo: una televisión. Por pedir, no hubiera estado mal un sofá. No había aire acondicionado pero tampoco fue necesario.
    En cada apartamento había 5 o 6 personas y en general las tripulaciones y entrenadores estábamos un poco mezclados. El principe, Manrique, Carlos Martínez, Miguel y yo compartíamos un apartamento del 6º piso de la isla (manzana) 10. La villa estaba todavía desierta, sólo los participante de vela y algún que otro deporte, habían entrado. A partir de ahí iríamos viendo crecer sus habitantes poco a poco. Ahora la villa parecía una villa de voluntarios, estaban por todas partes.
    El puerto olímpico estaba explendido y las banderas, más de medio centenar correspondientes a los paises participantes en la competición de vela, daban una alegría contagiosa al espigón.
    Faltaban 2 semanas para el día de la inaguración. ¡ya estabamos instalados!. Hasta el comienzo de la competición los días se hacían parecidos. Teníamos que probar velas y más velas. Despues de haber navegado toda la temporada con un tipo de velas que prácticamente sólo nosotros utilizábamos, Fernando prefirió usar, tras muchas arriadas e izadas de velas, la mayor "Curtis" que empujaba la gran mayoría de Soling participantes, y un foque V1 turbo que sólo utilizaba el americano y el brasileño. North sails fué un buen padrino.
    El viento no seguía ninguna pauta, aunque predominaban los vientos flojos, desde el levate hasta el garbí. Sólo hubo un día de viento fuerte, garbí de 20 nudos, el primer día de la match race; si Eolo quería jodernos ese día...¡Lo consiguió!.
    Mientras tanto, entre horas de navegación y aprovechando los días de viento nulo, nos obcecamos con sacarle peso al barco, ¿ Psicológico tal vez ?, puede ser pero cada cual tenía su ofuscación: Luis retocando la forma de una orza para que se comportara de forma asimétrica en las ceñidas, Van Der intentando debilitar las cuadernas de la cubierta, Fernando Rita calibrando palos, cada uno con sus neuras. Tener la cabeza y las manos ocupadas siempre es bueno.
    Nuestro cuartel en el puerto era el más lejano según entrabas. Lo único decente del rincón asignado era la moqueta azul oscuro que cubría el suelo, el resto..., bueno es que no había más. Cada clase funcionaba con sus propias herramientas y todo se iba solucionando por el espíritu improvisador que nos caracteriza.
    Mientras tanto la vida en la villa era cómoda, No madrugábamos demasiado y hacíamos un desayuno más bien fuerte sobre las 9.30. A las 10.30 ya estábamos en el puerto. Volvíamos sobre las 6, dependiendo del día, y normalmente nos dirigíamos hacia los comedores donde el apetito, que no había saciado el pic-nic del puerto, se convertía en glotonería. Ver tanta comida junta era una provocación a la gula, al menos los primeros días.
    Los comedores llevados por un agradable personal francés, eran gigantescos y cumplieron su objetivo sin pretensiones culinarias de ningún tipo. Sólo en una ocasión se colapsó tras la ceremonia de inaguración. Nunca había que hacer cola. En los comedores compartíamos mesa con los compañeros del equipo de vela, pero de vez en cuando conocías a otros deportistas españoles ajenos a la vela. También aquí tenías la oportunidad de ver a algún que otro famoso de vez en cuando: Jim Courier sin gorra, Pétrovic casi siempre solitario, y un sin fin de gente de la que hacíamos cábalas sobre el deporte que practicaban y del pais de procedencia. Las tarjetas de identificación no ayudaban demasiado, en ellas sólo la foto se veía claramente, para descubrir el deporte y el país mirando la tarjeta... era mejor preguntar. El uniforme de los deportistas era la mejor identificación de procedencia, en este sentido nuestra vestimente tuvo una gran aceptación entre la gente y a mí personalmente me parecía cómoda y elegante. Gracías a ella fuimos conociendo al resto del equipo español, por lo menos a los que no eran famosos.
    En teoría debíamos dormir en la villa, pero en la práctica cada cual hacía lo que le venía en gana. Lo que se tradujo en gente que estuvo durmiendo en la villa de principio a final, otros que alternaban, y algunos que no llegaron a estrenar la cama. No hubo ningún problema por esta causa.
    Todo iba transcurriendo con normalidad, jugábamos en casa y el entorno era familiar. Ya hacía dos años que navegabamos en el puerto olímpico y el paisaje de Barcelona desde sus aguas no era algo nuevo. El material se repasaba con minuciosidad y ante cualquier duda sobre su fiabilidad se reponía o reforzaba. Esta operación se repetiría habitualmente tras cada regata.
    La fecha de la Inaguración iba acercándose. En los ratos libres ibamos descubriendo la Villa olímpica aprovechando el que no hubiera demasiada gente: Sala de juegos, bolos, escalectric, fonoteca, los jardines, las playas, la pista de atletismo, etc. Yo incluso aproveché las ventajas de ser olímpico para cortarme el pelo en Jongueras o hacerme unas gafas nuevas, todo gratis por supuesto. Todos estos servicios de la villa pronto empezaron a tener colas, sobre todo de deportistas de paises pobres.
    El domingo 19 los Reyes saludaron a todo el equipo olímpico español.
    Durante estos días salíamos de vez en cuando a cenar fuera de la villa, con amigos o familiares, lo que permitía desconectar un poco.
    Vi los fuegos artificiales de la llegada de la antorcha a Barcelona desde el balcón de nuestro apartamento. La Olimpiada empezaba ya. El día de la Inaguración fue descanso total, ni aparecer siquiera por el puerto. paseos por la villa, un baño en la playa, un rato de Gimnasia y alguna vuelta en bicicleta.
A las 7:30 habíamos quedado en el portal, mientrás bajábamos en ascensor, Luis Doreste nos recitaba con nervios el juramento olímpico, allí estábamos todos guapos y elegantes, despues de haber resuelto algunos problemas con las tallas. Casi todos llevaban sus cámaras fotográficas que no tardaron mucho en funcionar. Muchos aprovechaban para sacarse fotos con los famosos del equipo español, y algunos famosos del equipo español aprovechaban también para retratarse con el Príncipe. El Príncipe no llevaba cámara. De ahí, a los autobuses y ya en Montjuic caminando hacia el San Jordi, donde disponían a todas las comitivas por paises según el orden de entrada al estadio, allí estabamos casi todo el equipo olímpico español. Aprovechábamos la larga hora que estuvimos esperando para saludar a deportistas que conocíamos de la Blume, o incluso de la mili. Los futbolistas eran una divertida peña que se encargó de hacer un poco divertida la espera. Salir al estadio: Emocionante e irrepetible. Además pude distinguir y saludar a mis padres entre tanta gente. Envidio después de esta experiencia a los deportistas de estadio que compiten envueltos en calor humano. El encendido del "pebetero" fue también muy emotivo.
    Al día siguiente, Domingo, tuvimos la primera regata de entreno. En la baliza de trasluchada éramos primeros y teníamos una buena velocidad...la prueba nos permitía ser optimistas.
    El lunes, ya primer día de competición, sólo el sol golpeaba las velas, sobre las que muy acertadamente destacaban enormes, las tres letras que identificaban al pais.
    No quiero hacer memoria del día a día, por no equivocarme. Resumiendo: vientos flojos o medios, y Resultados que nos iban manteniendo entre los 6 primeros. La cara: muy buena velocidad y muy buenas maniobras lo que nos permitió siempre recuperar. La cruz: Malas salidas salvo excepciones.
    El día 1 de Agosto, última regata de flota nos lo jugábamos todo: el americano y el danés ya estaban clasificados, y para los restantes 4 puestos (se clasificaban 6 para la Match race) estábamos 5 barcos bastante igualados. Mala salida, role hacia la izquierda, con una sola mano cantábamos los espis en nuestra popa, todo parecía perdido, teníamos que quedar mejor que décimos para clasificarnos, recuperábamos, recuperábamos, en la popa ya estábamos décimos y teníamos al canadiense justo delante. El inglés, el alemán y el sueco iban muy delante. Sólo el canadiense inquietaba. Falló y le pasamos. Marcaje hasta la linea de llegada. ¡Estábamos clasificados! ...habíamos cumplido un objetivo difícil, ya sólo faltaba cumplir el sueño.
    Mientras tanto los exitosos resultados de nuestros compañeros avalaban todas las esperanzas.
    Al día siguiente teníamos descanso y llegaron dos oros: Luis y Manri en FD, y Jose María en Finn.
    Lunes 3. Round Robin. Ya al levantarnos desde el balcón pudimos ver que ese día el Garbí llevaba tilde. Hasta entonces no había sentido ni la presión, ni el nerviosismo. En ese momento me había olvidado de la palabra tranquilidad. La palabra suerte sonó demasiado en boca de todos esa mañana y no era eso lo que necesitábamos.
    No éramos los favoritos, pero ninguno de nuestros contrincantes era imbatible. No habíamos descuidado el entreno de Match race y teníamos un nivel muy aceptable. Quizás el único fallo, fue no haber entrenado alguna match race la semana anterior a la olímpiada. ¿superstición?, tal vez.
    El Inglés fue el primero. Salimos bien y montamos primeros. Toca boya y los arbitros no lo ven. Despistados trasluchamos mal. Nos pasa. Nos acercamos. arriesgamos en una maniobra y la duda se decanta hacia él. Perdemos un match que debía haber sido nuestro, y que fué además un golpe psicológico.
    El Americano. Arriesgamos demasiado en una salida donde yo me sentí culpable al marcar la enfilación. ¡salida prematura!, el resto fue seguirle. Se ponía muy difícil y faltaba concentración y tranquilidad.
    El Danés. Se repitió la historia. y no sabíamos ya donde escondernos. No le dábamos opción a la suerte.
    El Alemán. Creo que ni ganar servía ya. Una penalización dudosa antes de la salida contra nosotros y otra derrota.
    El sueco. penalización a favor nuestra y única victoria.
    Los Juegos habían acabado. Ese mismo día, para borrar nuestra decepción, llegaban al puerto olímpico dos oros más, y una plata. Tuvieron el placer de las enhorabuenas, de los chapuzones y mas tarde de los aplausos merecidos ya con la medalla al cuello. A nosotros nos quedaban aquellos otros aplausos, menos numerosos, pero más sentidos.