Escribir sobre lo que no has vivido es fácil cuando el deseo
de haber estado pesa más que la ausencia.
Sol, viento y paisaje hacen más
apetecible ese anhelo. La competencia y la emoción de los resultados me hacen
soñar que quizás podría haber luchado junto a los grandes, porque en la
ausencia, el resultado soñado siempre es mejor.
Fotos que te llegan por whatup,
quedadas de grupo en las que te sientes ajeno y con envidia. Un cumpleaños de
un master, de los de verdad, a quien me
hubiera gustado cantar con mis atrevidas limitaciones un buen “Happy bithday”.
Esas conversaciones insospechadas, impredecibles, insulsas o interesantes que
solo surgen en esa “tonta” espera por salir al agua. Y ya tras las intensas
regatas, un buen caldo caliente en las
voltes d’en Port Bo con el fragor de mil anécdotas recién vividas, mirando el
mar y la playa donde la arena es reemplazada por Lasers endulzados y enfundados.
El descanso con alguna lectura, un paseo, un gintonic acompañado
de una buena conversación.
He estado ahí sin estar, he revivido lo que no fue con los
retazos del pasado. Veo las clasificaciones en el Whatup, nombre, puesto y oigo la frase de cada regatista. Siento la alegría
de unos, la decepción de otros, la esperanza de la regata de mañana, y oigo
pocas disculpas, porque ser master es saber que la disculpa de lo que nos
sucede está en nosotros.
Y en el mar, imagino la fuerte Tramontana y el Garbi suave, la bandera negra en el comité haciendo palpitar los corazones,
visualizo las enfilaciones: “Sí, esos apartamentos blancos, la torre de la
iglesia”, y ya todos metidos en el carrusel de la ceñida del Garbi, donde
solo vale acercarse a las Formigas desde un largo bordo amurado a babor por tierra.
No he estado, pero he estado, aunque sé que vosotros llegáis
a casa con la piel de la cara quemada y el agradable cansancio de tres días de
regalo en vuestras vidas.
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